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Restobares en Miraflores y San Isidro: terrazas top que tienes que conocer

 

Las terrazas se están poniendo de moda en Lima. Cada día hay más, más grandes, mejor diseñadas, más divertidas. Los lugares resultan estupendos para los encuentros más gozosos, y Lima cuenta con las condiciones perfectas, por clima y espíritu festivo, para su creación. Esta vez, visitamos las instaladas en Trattoria Mambrino, Lalá y Franklin.

Hasta hace poco, a los limeños les costaba divertirse en espacios abiertos. Las terrazas, aquellos lugares hasta idílicos que abundan en otras urbes del mundo, les resultaban ajenas. Preferían la comodidad, seguridad y, quizás, la privacidad de los ambientes cerrados. 

Sin embargo, y para bien, las cosas están cambiando. La pandemia obligó a las personas a nuevas prácticas de convivencia social, una de ellas, la de departir en espacios abiertos, y resulta que Lima es ideal para la proliferación de las terrazas. 

Primero, por su clima. En Lima no llueve, en invierno solo garúa, y esto sucede como máximo durante los meses de julio y agosto, lo que les permite a los limeños la posibilidad de estar muchas horas al día al aire libre sin los contratiempos de una feroz lluvia. Segundo, Lima no tiene climas extremos. Los veranos pocas veces superan los 30 grados, y en invierno la temperatura nunca baja de los 12 ó 14 grados. Tercero, todo el año los días y las noches duran lo mismo, 12 horas cada una (una hora más de luz en verano, una hora menos en invierno). 

Con todas estas situaciones propicias, los siempre creativos sectores vinculados a la buena vida han empezado a implementar o potenciar sus terrazas, esos lugares ideales para la máxima socialización y la sana diversión. Recorramos juntos tres de las terrazas más simpáticas de esta Lima al aire libre. 

 

TRATTORIA MAMBRINO, UN CLÁSICO SE RENUEVA

Gentileza Trattoria Mambrino

 

Si hablamos de un clásico de la gastronomía peruana, tenemos que mencionar a la Trattoria Mambrino. No exageramos, este restaurante es un clásico de la cocina peruana en general, no solo referente de su vertiente italiana. Pruebas sobran. Para empezar, su permanencia en el tiempo. Su primer local abrió en 1982, en la entrañable calle Bonilla, en el corazón de Miraflores.

La Trattoria formó y educó el paladar de varias generaciones de peruanos. Allí se rendía culto a los insumos de calidad y se empezaron a explorar las técnicas de avanzada, sin dejar de lado las tradiciones mediterráneas. Las pastas más al dente, las cocciones largas y precisas, la excelencia en el servicio, los postres más sabrosos y la armonía precisa entre comida y bebida, conceptos que hoy nos parecen naturales y forman parte de nuestro protocolo mínimo, muchas veces surgieron en este lugar. 

Así de importante es Trattoria Mambrino para la cocina peruana. Los tiempos son otros y han sabido afrontar los nuevos retos. Ya no solo es un lugar de cocina tradicional italiana con guiños a lo peruano, hoy es un espacio cosmopolita que mira al mundo, recoge su influencia y la introduce en su carta, tanto en terrenos de la comida como en los de las bebidas.

Por eso, un clásico de toda la vida, el ossobuco 24 horas (con reducción de bourbon, gnocchi alla fontina y parmesano) permanece inalterable, pero también han sabido darles espacio a una masala de mariscos al wok (viene con arroz oryza al sésamo), a un juvenil y sanísimo poke bowl acebichado (salmón, arroz, palta, kiuri), a unas costillas bonus track (de cerdo, americanas, ahumadas en salsa honey BBQ y con puré de choclo y parmesano) o a un pulpo a la grilla (con toques peruanos por el majado de papa, y notas mediterráneas por los tomates Cherry y las olivas).

Su nueva modernidad no solo se refleja en su carta, sino también en su ambientación, en su decoración. Trattoria Mambrino tiene tres locales, en San Isidro, y en los centros comerciales Larcomar y Jockey Plaza. 

En el local de San Isidro destaca su amplia terraza, con capacidad para 60 personas. Los clientes de toda la vida permanecen, pero los más jóvenes han encontrado allí un lugar ideal para esperar la llegada de la noche comiendo y bebiendo bien, y llegada esta, prolongar la diversión.

Lo primero que uno ve al llegar al local es su imponente barra Tanqueray, de la que salen cócteles clásicos como el italianísimo Negroni (siempre con Tanqueray London Dry) y los siempre pedidos dry martini (con Tanqueray N° Ten) y gin tonics (el Tanqueray Sevilla y el Tanqueray Royale son tendencia por sus botánicos afrutados y ligeras notas dulces, ideales para las mezclas más bizarras y coloridas).

Pero, en este viaje por el mundo, también hay espacios para cócteles de la casa, muchos inspirados en clásicos de otros países. Por ejemplo, el travieso y frutado Cherry martini, que lleva vodka Cîroc, vermú blanco, ananá, frutos rojos y prosecco. Su homenaje a México, con escala en Nueva York, se refleja en el Mexican Mule, que lleva tequila Don Julio, un sirope de piña, lemongrass y ginger beer. Es spicy, pero, sobre todo, gusta. El Citric Gin Tónic es un homenaje al Bobby Gin, de Barcelona, y lleva Tanqueray N° Ten, twist de cítricos e indian tonic. A veces lo simple sabe mejor y, claro, los destilados base de todos estos cócteles se pueden comprar en The Bar.

Para acompañar estas delicias hay que ir directo a los Antipasti y compartir. Destacan su steak tartare, unos tacos a lo Filomeno (de langostinos y poro) o Hoisin (de pollo al wok con salsa chifera) o un tiradito playero, que lleva pesca del día, una salsa acebichada de ají amarillo y más peruanidad en los complementos.

Así es la nueva Trattoria Mambrino, un clásico que ha logrado su permanencia abriéndose al mundo.

 

FRANKLIN, UN NEWYORKER EN LIMA

Fotografía Gonzalo Pajares

 

“Somos un New York Comfort Food”, nos dicen apenas llegamos a Franklin, un lugar que, por su decoración, resulta un pedacito de la ciudad más cosmopolita del mundo instalado en Lima… y, claro, un homenaje a Franklin D. Roosevelt, uno de los presidentes más importantes de la historia de Estados Unidos.

“Buscamos que todos nuestros ambientes, todos nuestros platos, todas nuestras bebidas, evoquen en nuestros clientes algún recuerdo bonito, de su niñez, de su adolescencia, de su vida; del viaje que realizaron, de la ciudad que los impresionó, de la anécdota que los deslumbró”, prosiguen. “Por eso, nuestra apuesta va por lo internacional. Tenemos pastas, carnes, pizzas, opciones vegetarianas y, por supuesto, platos peruanos” continúan, mientras nos recuerdan que también son “pet friendly” y que tienen un menú para mascotas.

Franklin está en una zona que es, a la vez, residencial y comercial, con muchos vecinos y ejecutivos que buscan buenos sitios donde comer y beber. Por eso, la ubicación de Franklin, en el primer piso del hotel Roosevelt, al lado del parque del mismo nombre, resulta ideal.

Porque este es otro plus del lugar, además de su amplio horario de atención (todos los días, desde las 8 a.m., y de jueves a sábado hasta las 2:30 a.m.), su abundante carta de comida y generoso menú de bebidas, cuenta con dos terrazas: una que da al Parque Roosevelt y otra a la avenida Álvarez Calderón. Esta variedad de escenarios, más su clásica barra, íntimo lounge y amplio salón, resultan precisos para convocar a un público variopinto. Los desayunos están destinados, en su mayoría, a los huéspedes del hotel, pero no faltan los vecinos que buscan un buen croissant, un gustoso capuchino o unos generosos huevos revueltos.

En los almuerzos son mayoría los vecinos de San Isidro, pero a ellos se suman los muchos ejecutivos de las corporaciones que por la zona abundan.

Todo cambia con el final de la luz del día. La tarde y, sobre todo, la noche, es propicia para un espíritu bohemio. Sus dos terrazas vuelven a llenarse, esta vez con un público más joven, entre los 30 y 40 años. Algunos son los ejecutivos que buscan un espacio óptimo para hacer un after office; otros, chicos y chicas que llegan en grupo en busca de charlas animadas, comida para picotear y buenos cócteles.

En este terreno muestra todas sus virtudes Róger Álvarez, jefe de bar de Franklin. Los negronis y martinis con Tanqueray N° Ten son un deber, sobre todo el dry martini, elaborado con el gin emblema de Diageo, el N° Ten, un vermú italiano edición limitada y un bitter de naranja. Si esto no es elegancia, qué lo es.

En ámbitos más refrescantes, ahora que llegó la primavera y la juventud se impone, los gin tonic con Tanqueray Sevilla y Tanqueray Royale son más solicitados que el pan nuestro de cada día, y se beben como agua fresca.

Sin embargo, su lado más creativo se encuentra en los llamados “Signature Cocktails”, cócteles divertidos que tienen nombres sonoros y sabores gustosos. Es el caso del Peaky Blinders, un homenaje a la estupenda serie inglesa que tiene como insumo principal al Johnnie Walker Black Label, y gana presencia y contundencia con un dash de jerez, notas de vermú rosso y un perfume de whisky irlandés.

Así es Franklin, un lugar con alma neoyorquina y espíritu cosmopolita que les abre sus puertas a los paladares más sofisticados… pero siempre abiertos a las lúdicas sorpresas.

 

LALÁ, UNA TERRAZA IMPRESCINDIBLE

Gentileza Lalá

 

No tiene un año de inaugurado, pero ya es uno de los lugares ineludibles de esta Lima divertida. Y lo es porque Lalá ha sabido responder a los gustos e inquietudes de los limeños, sobre todo jóvenes, sobre todo mujeres. Ellas buscan un ambiente divertido y seguro, donde puedan desenvolverse con libertad y complicidad y, claro, donde las bebidas sean de primera y los complementos estén a la altura de sus exigencias.

Todo esto es posible en Lalá gracias a su enorme terraza, una donde entran con comodidad hasta 130 personas. Está dividida en tres zonas, con mesas para dos, cuatro, ocho personas e, incluso, para grupos más grandes. Todos sus ambientes resultan cálidos y cómodos, donde la música acompaña y nunca distrae. Sí, a veces hay algún DJ, pero lo que el lugar busca es complicidad antes que desborde efusivo, ambiente distendido antes que jarana popular.

El chef es Umberto Salini, un cocinero que le ha dado la vuelta al mundo, y ha cocinado en países como Brasil, Dinamarca, España, México y más. Esta “vuelta por el universo” se refleja en su carta, una que, teniendo como cimiento ineludible a la sazón peruana, se sumerge sin temor en terrenos mediterráneos, mexicanos, amazónicos, italianos y más.

“Yo hago una cocina ecléctica, una cocina sin límites”, nos dice Salini mientras nos muestra su carta, una donde hay espacio para un lomo saltado, una milanesa, un tiradito, un risotto, pero también para fusiones traviesas como su concolón amazónico, un plato picante y dulce a la vez, que lleva cecina ahumada, abundante mishkina (un aderezo selvático), sachaculantro, ají charapita, cocona y es montado con un muy llamativo y humeante plátano manzano. Llega en una sartén de hierro, luce estupendo, huele delicioso, sabe mejor.

Las terrazas son propicias para compartirlo todo, para pedir varios platos y disfrutarlos con placer. En Lalá, las conchas a la brasa van con mantequilla, balsámico y cecina y ya son un clásico del lugar. Los langostinos al ajillo no tienen nada que envidiarle a los que en España se hacen, y el tartar a la parisienne puede pedir la nacionalidad francesa ya y se la otorgarían sin chistar.

Las pizzas de Lalá son de otro universo. Las hay de aquí y de allá, clásicas y bizarras, sobrias y juguetonas. La masa es elaborada en casa y las más pedidas, además de la clásica Margarita, son la Huachana (con mozzarella, salchicha huachana, tocino y cebolla blanca), la Piña (piña asada, jamón crocante, tocino, jalapeños y miel) y la putanesca (anchoas, alcaparras, aceituna, pimientos y ajo), todo un mérito en una ciudad que, en terrenos ajenos, suele ser conservadora.

La barra, donde se impone el portafolio Reserve de Diageo, ofrece clásicos ineludibles como el negroni sbagliato (lo preparan con Tanqueray London Dry), el Moscow Mule (con vodka Cîroc) y el feliz retorno del Gin con Gin, servido con Tanqueray N° Ten y, si el cliente lo pide, con un muy perfumado Tanqueray Royale, que se ensambla muy bien no solo con frutas sino, además, con cítricos complejos y la fuerza del jengibre.

Los cócteles de autor son creación de Cecilia Monzón, una barwoman que ha pasado por las barras de Rafael, Mérito y otros lugares exclusivos. “El público de Lalá, que en su mayoría es joven y femenino, prefiere los cócteles refrescantes, frutados, bajos de alcohol”, nos dice, “pero también nos atrevemos a retarlos”, agrega.

Razón no le falta, porque qué otra cosa es el Green Day sino un desafío a los sentidos por sus contundentes notas ahumadas, pues lleva whisky Johnnie Walker Black Label, tequila, destilado de caña, lemongrass y kiwi. Sí, como su nombre lo indica, es un cóctel atrevido y bastante punk.

Su némesis es el Madame, travesura elaborada con Tanqueray Sevilla, lillet rose, lychee y un blend de lima y limón. Pura frescura, pura feminidad, pura poesía que hasta Flaubert hubiese firmado con gusto.

Así es Lalá, una terraza diversa donde, con buena compañía, todo puede transformarse en cómplice y compartido placer.