PLANES EN PERÚ

Bares y restaurantes en Chiclayo: los imperdibles de la gastronomía

 

El norte se viste de gala gracias a los deliciosos cócteles que restaurantes emblemáticos del norte peruano han puesto en su carta. Entérate de las sabrosas armonías logradas con bebida y comida en Fiesta (Chiclayo), La Picantería del Mar y La Tienda de Pato, en Pimentel.

Si uno escucha la palabra “Chiclayo”, de inmediato, todos los peruanos empezamos a salivar, a relamernos de placer. Imposible evitar esta sensación si la ciudad, y sus alrededores, es una de las cumbres de nuestra gastronomía.

Y uno se emociona más, y dan ganas de lanzar loas y halagos y demás gestos de admiración después de recorrer tres de sus espacios gastronómicos imprescindibles, unos que se han encargado de prolongar una verdad suprema: que Chiclayo tiene una de las mejores cocinas del Perú. Nos referimos a los restaurantes Fiesta (en Chiclayo), La Picantería del Mar y La Tienda del Pato (ambos en el cercano balneario de Pimentel).

La buena nueva está en que sus maravillosas cocinas ahora tienen un aliado a la altura de su prestigio: estupendos y reconocidos destilados, aquellos que forman parte del portafolio de Diageo, se sirven ya en sus locales. Hablamos, por supuesto, del whisky Johnnie Walker, del gin Tanqueray, del ron Zacapa, del tequila Don Julio, del vodka Smirnoff y del single malt The Singleton.

¿Cómo llegan a nuestras mesas? Descubre este y otros sabrosos secretos en las siguientes líneas.

CLÁSICO CHICLAYANO, CLÁSICO PERUANO

Fiesta más que un restaurante, es una institución de la cocina peruana. Abrió sus puertas hace 40 años, en 1983, de la mano de don Alberto Solís, un gigante de la cocina chiclayana. 

Don Alberto ha contado que montó Fiesta con la intención de “ponerle mantel largo” a la cocina de su tierra. Vaya que lo logró. También ha afirmado que no tiene otro secreto para su éxito que ofrecer siempre productos de calidad. Tiene razón, comer en Fiesta es un verdadero lujo: por lo sabroso de su propuesta, por la extrema fineza de sus insumos y, ahora, por su alianza con Diageo para los espléndidos cócteles que salen de su barra.

Fiesta es famoso por su cebiche de mero murique –en palabras de Héctor Solís, hijo de don Alberto y otro crack de la cocina peruana, “el pescado más sabroso del mundo”–, por su Pankita (un cebiche caliente servido sobre pancas de choclo y con leche de tigre de ají amarillo) y por su arroz con pato de lujo (concolón incluido). 

A estos portentos hoy le ha sumado unos cócteles a la altura de sus sabores, de sus muchas virtudes. Uno de ellos, su Sevilla Spritz, pura frescura que tiene como ingrediente top al gin Tanqueray Flor de Sevilla, al que le agregan, en consistente armonía, un cordial de naranja, gotas cítricas y prosecco. Este Spritz es ideal para iniciar la fiesta en Fiesta; luego vendrá el festín.

Este puede continuar con una Margarita de Fiesta, que lleva como ingrediente máximo al destilado que es tendencia en el mundo (como vimos en la ceremonia de los premios Oscar), el tequila Don Julio. Esta vez es un Don Julio Blanco al que se le han sumado triple sec, jugo de limón y sal. Los peruanos llevamos años buscando el maridaje ideal para un cebiche, pues esta Margarita de Fiesta es una gran opción, por ser fresca, cítrica y salina… como el cebiche. Mejor match, imposible.

Para esa soñada Pankita caliente de mero murique, por qué no atreverse con un Pink Shadows, bebida que lleva whisky Johnnie Walker Black Label, vermú rosso italiano, soda rosada y limón Tahití. Pankita tiene notas ahumadas pasa por las brasas, y también es ahumado el Johnnie Walker Black Label. Plato y cóctel son pura armonía.

Para el arroz con pato y su concolón, nada mejor que un Morada de los Dioses, cóctel cuyo nombre alude a las muchas divinidades mochicas, la cultura precolombina que tuvo como epicentro la zona de Lambayeque. El trago es preparado con un destilado también divino, el Single Malt The Singleton 12, al que le agregan jerez, un cordial de piña y chicha morada, el refresco peruano por excelencia. Hay que atreverse a tomar un bocado y comer el pato con su concolón y maridarlo con un generoso sorbo del Morada de los Dioses. Créanlo, se sentirán Dioses paganos; una divinidad terrestre, pero divinidad, al fin y al cabo. 

Para cerrar la jornada, y a manera de bajativo, qué mejor que un Nimbus, trago que lleva ron Zacapa 23, un blend de vermús y óleo de banana. El festín es total en Fiesta. Como debe ser, como sucede siempre. 

 

COCINA CON ALMA, COCINA CON CORAZÓN

Patricio Baca Doig no solo es un personaje de la cocina, es un protagonista de la buena vida. Le gusta comer bien, sí; pero también disfruta de otras artes como la literatura. Es un versificador dotado, tan competente que, cuando le pedimos que nos contase la historia de La Tienda del Pato, su restaurante en Pimentel, nos mandó unas rimas: “Has llegado a Pimentel/ Buscas algo diferente/ sobre todo un buen ambiente/ Donde te sientas Ok/ Toma lápiz y papel/ Apunta bien este dato/ Se llama La Tienda del Pato/ Lo mejor de la sazón/ Por su comida y buen trato.”

La Tienda del Pato es una promesa cumplida. Como nos explica en otros versos, en su carta es posible encontrar platos logrados de la cocina chiclayana –el chinguirito, la tortilla de raya (que Patricio, Pato para sus amigos, transforma en langoraya), el cabrito, el arroz con pato–, tradicionales creaciones peruanas –papa a la huancaína, tiradito de lenguado (su travesura, ponerle aceite de oliva), lomo saltado y más– y, de yapa, carnes y pescados a la parrilla, convertidos en brochetas, en anticuchos, en hamburguesas, en filetes y un largo etcétera. 

Patricio nos cuenta que, durante varios años, se dedicó a la vida religiosa, y que uno de sus máximos aportes al retiro eclesiástico fue engordar a los monjes del convento: todos subieron por lo menos 12 kilos. Este espíritu divertido se respira en La Tienda del Pato, espacio que abrió en 1988, y que hace un año se mudó a un local más amplio, más cómodo, más moderno, pero con la sazón y la buena onda de siempre.

Con todas estas virtudes casi pías, al restaurante le faltaba una coctelería a su altura. Allí entra a tallar Diageo con sus notables destilados. Al saltado de pescado del restaurante había que maridarlo con un buen Gin Tea, cóctel de la casa preparado con gin Tanqueray London Dry, licor de manzana e infusión de hierbaluisa. A su cabrito a la chiclayana, por qué no ponerle un poco de garbo, y un toque ahumado, con un buen highball con whisky Johnnie Walker Black Label, soda y limón, o, si somos más disruptivos, uno con el Single Malt The Singleton 12, que también puede servirse puro. Potencia con potencia resulta un plus.

A su arroz con pato tipo Huando, pues hay que maridarlo con algo colorido, como el Gin Fresa, que lleva gin Tanqueray y zumo de fresa. La bebida es traviesa, es divertida, es colorida, como Doig. ¿Y si volvemos al inicio de la carta y pedimos una tortilla de langoraya? Toca un martini clásico, esta vez con gin Tanqueray London Dry, vermú y aceituna. ¿Y si te antojas de un vodka tónic con vodka Smirnoff? Un chicharrón de langostinos y no se diga más. Si te animas por unos anticuchos, whisky y más whisky: un Johnnie Walker Gold Label Reserve y te mudarás a Pimentel solo para comer todos los días en La Tienda del Pato.

EN EL MAR, LA VIDA ES MÁS SABROSA

Siempre se puede mejorar lo perfecto. Ese debió ser el lema del gran cocinero Héctor Solís cuando abrió La Picantería del Mar, la versión en Pimentel de La Picantería, su notable restaurante surquillano.

La familia Solís es chiclayana de pura cepa. Don Alberto, padre de Héctor, fundó Fiesta en Chiclayo, y Héctor montó su versión limeña. Pronto, ambos espacios fueron elegidos, año tras año, por todos los ránkings, como los máximos exponentes de la gastronomía norteña. 

Años después, Héctor, inquieto como es, decidió abrir un local propio. Lo bautizó como La Picantería, pues su inspiración eran los huariques que por todo el Perú abundan, y lo instaló en el populoso distrito de Surquillo, en Lima. 

Como es tradición en la familia, optó por la calidad. Así, sobre la barra de la cocina, montada al lado del salón de mesa compartidas, se mostraban esplendorosos los fresquísimos pescados y langostas y cangrejos y ostras y erizos y navajas que se iban a servir ese día. El cliente los elegía al peso, señalaba las preparaciones y a disfrutar. El concepto fue un éxito y, felizmente, se mantiene hasta hoy.

Pero, repetimos, Solís se propuso mejorar lo logrado, y decidió que esa experiencia encontraría un pico mayor llevándolo a su tierra, a Pimentel, a un restaurante con vista al mar. La Picantería en Lima es buenísima. La Picantería del Mar, en Pimentel, un poquito más.

Y lo es porque allí adquiere sentido el concepto de Solís, los productos de mar cerca de su hábitat, siempre frescos, siempre plenos, siempre deliciosos. En esta cocina no hay artificio: se sirve lo que se ve, pero mejorado por la sabiduría de este cocinerazo y su equipo pimenteño, chiclayano, universal.

En la carta de La Picantería del Mar hay, cómo no, las clásicas tortas de choclo, la siempre sugestiva tortilla de raya, los siempre generosos langostinos jumbo y, por supuesto, un chancadito de cangrejos y un cebiche con la pesca del día, de esa que proviene de Pimentel mismo, o de Puerto Eten y, por qué no, la cercana Piura. 

También hay ostras y pescados enteros, tradición ya instaurada por La Picantería, como las ricas pintadillas, las bonitas cabrillas, las generosas chitas y el lujoso lenguado. Los dicho, uno elige cómo preparar tantas maravillas: una jalea, un arroz frito, un jaladito, un sudado, un arroz Pimentel (meloso y con ajíes amarillos), una parrilla con salsa de ají amarillo, un sudado o, como es inevitable, un cebichazo.

A tanta sabrosura había que meterle frescura y más calidad, para que la experiencia resultase aún más fastuosa. Por eso, La Picantería del Mar ahora ofrece cócteles que juegan en la misma liga que su cocina, unos preparados con los destilados de lujo de Diageo, la corporación de bebidas alcohólicas más importante del mundo.

Cuando llegues al restaurante, pídete un Charles Raspberry Tónic, tremendo cóctel que lleva Tanqueray London Dry, frambuesas, sirope, y agua tónica. Otra estupenda opción de inicio es un Tanqueray Royale Tónic (gin Tanqueray Dark Royale y una tónica dry). Cuando lo acabes, estarás listo para las bellezas por venir.

Si te animaste por unas ostras, pues ponles un South Side, cuya mezcla contiene gin Tanqueray London Dry, sirope, jugo de limón, hojas de menta y ginger ale. ¿Sí o no que este cóctel es pura brisa marina? 

El Apple Mule lo preparan con un blend que contiene vodka Smirnoff N° 21, vodka Smirnoff Green Apple, limón criollo, sirope y ginger beer. ¿Con qué lo acompañamos? Sé travieso, ponle un cebiche. A la hora de los fondos, cae en la tentación de un Tanqueray Royale Tónic, cuyo mágico ensamblaje contiene gin Tanqueray Flor de Sevilla y una tónica dry. Sí, el gin está de moda en Pimentel.

Por todo lo dicho, comido y bebido, no nos queda más que invitarlos a visitar Chiclayo y Pimentel para, luego, gritar todos: “¡Qué viva Chiclayo!”. ¡Qué viva!

*TOMAR BEBIDAS ALCOHÓLICAS EN EXCESO ES DAÑINO

*RAZÓN SOCIAL: DIAGEO PERÚ S.A.

*RUC: 20263158327